Arrastrando bolsas vacías cual Cristo de Banksy, mediada una «cuesta» que hace honor a todas sus acepciones en el diccionario de nuestra vetusta Academia, llegamos así al vergonzoso momento de analizar nuestras «sobras». Sobras que emanan fruto de omnipresentes imágenes de ideales de belleza inalcanzables (por inexistentes) y cuya dañina influencia trata de revelar la obra de la artista francesa ORLAN, a través del uso de elementos clave de la cirugía plástica.
En fin, que lo que nos ocurrió fue eso que decía Barbara Kruger en su «I shop therefore I am», afectados por un virus colectivo navideño hemos sido los nuevos Hamlet del mundo. Y ahora, con montones de cosas acumuladas, cuyas funciones se repiten y se solapan, solo nos queda explorar métodos de reutilización o directamente de desecho (yo abogo por la prohibición de estos últimos) No debemos olvidar las posibilidades creativas que ofrecen los «montones de cosas», como los montones de basura iluminada que crean sombras con formas humanas, esculturas de Tim Noble y Sue Webster, o el montón de 175 libras de caramelos que el artista cubano Félix González-Torres exhibió en Nueva York como metáfora del peso ideal que su médico le marcó al ser diagnosticado de VIH. El público podía coger caramelos, el montón se hacía más pequeño… hasta que este artista, que formó parte del Group Material, comprometido con el activismo cultural y la educación comunitaria, murió finalmente en 1996. Desapareció pero, al igual que sus caramelos, nos dejó mucho arte para paladear.
Con montones de residuos, de basura o de periódicos (es cierto que los dos últimos términos pueden ser considerados uno solo en muchos casos) el alemán HA Schult lanza sus mensajes preocupados al público. Acérrimo defensor del medio ambiente tiene claro que «el arte no puede hacer políticas, ni química, ni medicina. Pero los espectadores de arte sí pueden». Su compromiso artístico y social lo llevó a la cárcel cuando a finales de los sesenta cubrió de desechos una calle de Múnich, pero hoy pienso en él como el creador de mil figuras de hojalata de un metro y medio, «Trash people» (porque sí, fueron creadas con residuos) Si bien es cierto que «Los guerreros de terracota» son un conjunto de ocho mil figuras, cabe destacar que ni su origen intelectual ni su realización tienen nada que ver con la obra de Schult ni con las ingentes cantidades de desperdicios generados por el ser humano. Fenómeno muy moderno, el de los desperdicios, que podemos achacar a la obsolescencia programada, al consumismo voraz y a decenas de carencias (educativas, ambientales, sociales) que nos convierten en nuestro peor enemigo.
Este fenómeno solo es posible gracias a la mecanización y digitalización de los procesos de producción, y por ello un novedoso hecho en la historia del arte, tanto en lo que a temática se refiere como en cuanto a su influencia en los soportes empleados. Son precisamente los nuevos soportes los que facilitan todavía más la mercantilización del arte (que siempre ha existido), y es en contraposición a ello que nacen formas de creación como la performance. Así, se convierte la creación en un hecho efímero, no
comercializable, aunque sean estas sus cualidades más olvidadas y pervertidas. La perversión no adquiere en este caso una connotación únicamente negativa y es gracias a ella que podemos disfrutar de las bondades democráticas de la tecnología con acciones artísticas grabadas, el street arte llevado al cine o la reproducción en serie aplicada en el Pop Art. Y a pesar de que la reproducción de una performance no es, ni de lejos ni de cerca, comparable a su vivencia in situ, algunas de ellas dan muy bien a cámara. Para ilustrarlo nada mejor que rememorar a la actric ucraniana Milla Jovovich encerrada en una estructura transparente de plexiglás, interpretando en medio de la calle a una perfecta compradora vía internet, recibiendo sus compras a través de orificios que comunicaban su interior con el exterior. «Una mujer normal ve más de 3.000 anuncios al día consciente o inconscientemente y empleará tres años de su vida viendo anuncios en la televisión» comentaba la creadora de dicha obra, la estadounidense Tara Subkoff. Esta obra se pudo ver en la 55 Bienale de Arte de Venecia y se puede ver hoy día a través de internet. El tiempo y la permanencia en él es tema para otro artículo, en el que quizás podamos abordar a Tarkovski para esculpir cada segundo y cada palabra.
Volviendo a las nuevas formas de arte cabe mencionar el trabajo de 1936 del filósofo Walter Benjamin, en que las elogiaba considerando que la reproducción en masa contribuía a la emancipación de humana promoviendo nuevos modos de percepción. Defendía lo democrático del cine, que otros filósofos denunciaban como burda forma artística de masas, precisamente elogiando su capacidad para llegar «a todo el mundo». Algo similar a lo elogiado por Benjamin se encuentra entre las raíces ideológicas y artísticas del Street Art, que busca al más heterogéneo público, llegando incluso a aquel que no lo busca o a quienes ni siquiera lo respetan. No estoy promoviendo aquí las pintadas improvisadas y carentes de interés de algunos que se quieren considerar graffiteros y no lo son, pero sí defiendo y ensalzo el trabajo de grandes creadores, muchos anónimos y otros famosos (anónimos también en gran parte) como el ya citado Banksy o el ex-trabajador de la industria de la publicidad, Vermibus. Este último, cansado de esa industria cruel, abandonó las mentiras y se armó de pinceles y agentes corrosivos para deformar imágenes publicitarias y sus falsos ideales de belleza, en plena calle, directamente en los soportes empleados para la publicidad, creando nuevas y críticas formas que llegan a cualquier transeúnte (si no directamente, a través de la plasmación de estas en formatos digitales, fácilmente exportables, descaradamente democráticos)
Parece que ya me pierdo entre tanto (falso) ideal e imagen, como si la predicción de Braudillard se estuviese materializando… la desaparición de la realidad y nuestra absorción en las pantallas en la era del ciberespacio, cual película de Cronenberg mis más tecnológicos miedos me llevan a preguntar… ¿qué tal estáis por ahí? ¿seguís delante de la pantalla? ¿o estáis quizás dentro?